Publicado: 9 de Diciembre de 2015


El desarrollo de la actividad vocal, lejos de lo que la mayoría de las personas puedan pensar, implica una serie de riesgos para la seguridad y la salud de los trabajadores y las trabajadoras que utilizan la voz como herramienta de trabajo.

Casi un tercio de las personas en edad laboral está trabajando en profesiones en las que la voz es su herramienta fundamental. Su uso profesional, sin el adecuado entrenamiento, puede provocar dificultades y lesiones persistentes, con una sintomatología que puede afectar seriamente las habilidades para el desempeño del trabajo.

Desde el año 1966, tanto la OIT como la OMS vienen haciendo recomendaciones a los países para que vigilen la salud de los profesionales de la voz y especialmente de los docentes. La Recomendación Europea 2003/670/CE, de 19/09/2003, sobre enfermedades profesionales, recoge en su anexo II, como enfermedades de origen laboral, los nódulos de las cuerdas vocales del profesorado.

Los nódulos de cuerdas vocales son unas pequeñas tumoraciones simétricas y bilaterales, localizadas en la unión del tercio anterior con los dos tercios posteriores de las cuerdas vocales, y se relacionan con un mal uso de la voz  y abuso de la voz en determinadas profesiones.

Pero los nódulos no son las únicas enfermedades profesionales de la voz, otras son los pólipos de las cuerdas vocales, la corditis difusa bilateral, el edema de las cuerdas vocales (edema de Reinke), la laringitis con disfonía por uso profesional, la laringitis episódica o crónica, la faringitis y la disfonía funcional.

Según la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL), alrededor del 5% de la población general de los países industrializados sufre algún tipo de patología vocal que requiere la atención del especialista, y de ella el 75 % son profesionales de la voz.

Se estima que siete de cada diez casos de disfonías se deben a sobreesfuerzos y malos hábitos al hablar, por el empleo de un volumen por encima del ruido ambiente o por hablar por encima de la capacidad media de fonación, que se sitúa en torno a cuatro horas al día; superada la misma, se requiere disponer de una técnica depurada para no lesionarse la voz.

La prevalencia de estos trastornos entre los profesores de colegios se sitúa entre un 17,5%-57% según los diferentes estudios consultados, dependiendo de las variaciones en el tiempo de exposición y de las características específicas de cada individuo, siendo una de las causas más frecuentes de baja laboral y teniendo mayor impacto entre las mujeres (con una Odd ratio 1,7-2,1).

Hay que destacar que en nuestro país se ha incorporado por primera vez en el cuadro de enfermedades profesionales, mediante la publicación del RD 1299/2006, de 10 de noviembre, por el que se aprueba el cuadro de enfermedades profesionales de la Seguridad Social.

La disfonía —que es el síntoma clave para la mayoría de los trastornos de la voz—, y que podemos definir como la pérdida del tono, timbre o intensidad normal de la voz, es muy frecuente en las personas en las que la voz es su instrumento de trabajo como telefonistas, trabajadores en general de atención al público, locutores, profesores, etc.

El uso correcto de la voz implica un aprendizaje. Por ello es necesario conocer el mecanismo de la fonación y los recursos de la voz, para tomar conciencia de los propios hábitos, para corregirlos mediante el ejercicio y la automatización de los mecanismos más adecuados.

Sin embargo, los profesionales de la voz no toman conciencia del importante papel que desempeña la voz hasta que ven mermadas sus posibilidades vocales e, incluso, un porcentaje elevado considera las disfonías como algo normal, inherente a su profesión. 

La mejor estrategia en la mejora de la salud laboral de los profesionales de la voz se consigue a través de la prevención de los riesgos laborales. 

Las enfermedades del aparato fonador, relacionadas con el uso profesional de la voz, constituyen una de las patologías más importantes, tanto por su frecuencia como por su gravedad y su capacidad invalidante.

La disfonía, el cansancio o fatiga vocal al final del día y la afonía deben ser síntomas que pongan en alerta al propio trabajador afectado, que debe acudir a su servicio de prevención sin demora.

Se recomienda, en los protocolos médicos, incluir una exploración básica del aparato fonador o la incorporación de cuestionarios de síntomas.

Los servicios de medicina del trabajo de las empresas deben notificar a las entidades gestoras cualquier sospecha de esta enfermedad profesional para su evaluación y registro en su caso en aras a mejorar el subregistro de enfermedades profesionales existente.

Se debe recibir formación específica sobre la fisiología de la voz y las medidas de higiene que deben adoptar para utilizar de la mejor manera posible su aparato fonador.

La formación en el uso correcto de la voz y la vigilancia específica de la salud vocal, orientada a la detección precoz de estas patologías, resultan a todas luces imprescindibles.

Dra. C. Fernández-Salazar Vegas.

Médico Foniatra.